junio 05, 2016

EN EL SILENCIO…



Foto:nombreweb.com

El silencio de la noche habla de muchas cosas y entre ellas esta el silencio de mi vida, pues fue ahí donde descubrí tu ternura, una ternura inmensa que traspasa mi ser y parece algo loco y extraño, pero a través de la ternura de mis manos te revelas como el Dios padre bueno que acoge, ama y perdona.


Seguramente, así le paso a Nicodemo, a Elías y a tantos otros que no son mencionados.  Llenaste sus vidas, les devolviste en lo más profundo esa capacidad de amar, de darse, de estar y es que es tan grande y tan misterioso ese encuentro contigo que es muy difícil de explicar; lo que si es cierto es que algo pasa en tu presencia, algo que sólo quien lo ha experimentado sabe de lo que estoy hablando.
         Del encuentro con Elías sólo se dice que es el susurro suave donde le encuentra, tal vez ese susurro fue un profundo silencio.  Es como la canción que se escucha cuando los árboles mueven sus hojas o cuando la noche va penetrando poco a poco con su gran manto oscuro, ¿quién sabe?  Lo que si parece extraño es especial en estos tiempos de tanto ruido y bullicio es hablar del silencio.
         Sin embargo, es desde el silencio en donde contemplamos nuestro manantial, nuestra fuerza, nuestra debilidad, es como habitar nuestra propia soledad, la cual nos llena de acogida, de intimidad y es como disfrutar de nuestro ser más íntimo.  Es desde ahí donde confrontamos nuestra realidad y las distintas realidades que nos duelen;  y es desde ahí donde Dios nos salva y nos ama.  Él habita en nuestra casa, es Él el que habita en nuestra soledad y solamente cuando somos capaces de ver con el corazón, entonces somos capaces de ver con alegría y esperanza que detrás de cada rostro humano habita un misterio, un misterio de Dios.  Un misterio que sobrepasa nuestro pesimismo en especial cuando la gente sufre y llora.  Sólo contemplando ese misterio que habita  en nosotras somos capaces de contemplar la mirada y la sonrisa de aquellos hombres, mujeres, niños y ancianos que caminan por la calle.
         ¡Ayúdanos! Jesús de Nazaret a contemplar ese misterio de amor tanto en nuestra vida, como en la de los demás y que por este amor seamos capaces de arriesgarnos y dar la vida por aquellos que más sufren.

         Danos una mirada con ternura para tener un corazón más humano y sencillo, con una capacidad de amar y de darnos a cada momento de la vida. 

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