La tarde era cálida y tranquila, Daniela aún no
sabía bien a donde la llevaría el camino, sin embargo, ella, confiaba en su
instinto y se dejaba llevar por algo más fuerte, el ardor de su corazón, ella
solo sabía que si seguía caminando, el sendero la llevaría directo al mar;
cruzó la última esquina y después de una hora de caminar y para su sorpresa,
ahí estaba:…¡¡¡impresionante, imponente, sereno, profundo y majestuoso…!!!
Daniela no tenía palabras para expresar lo que
su corazón sentía, sonrió para sí, y con gran regocijo en el alma avanzó hasta
el mirador y desde ahí, solamente disfrutó de la brisa fresca que trae el
salitre del mar.
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