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Así, sucedió que un día por la mañana cuando los rayos del sol entraban por la cristalina agua, él sintió que su caparazón crecía y así él supo que la casita de la que acababa de salir ya no sería su casa, pues ya no cabía. Así, que se volvió hasta su antigua cueva y le dio un profundo beso y le dijo: ¡gracias! porque me cuidaste y me diste donde vivir. Ahora me voy a vivir a otra casa, pero siempre te recordaré con cariño. Y así, se fue tarareando su canción favorita y le dijo adiós a su casita.
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