La tarde era cálida y tranquila, Daniela aún no
sabía bien a donde la llevaría el camino, sin embargo, ella, confiaba en su
instinto y se dejaba llevar por algo más fuerte, el ardor de su corazón, ella
solo sabía que si seguía caminando, el sendero la llevaría directo al mar;
cruzó la última esquina y después de una hora de caminar y para su sorpresa,
ahí estaba:…¡¡¡impresionante, imponente, sereno, profundo y majestuoso…!!!
Daniela no tenía palabras para expresar lo que
su corazón sentía, sonrió para sí, y con gran regocijo en el alma avanzó hasta
el mirador y desde ahí, solamente disfrutó de la brisa fresca que trae el
salitre del mar.
Foto:nombreweb.com |
Ella, se sintió una con la creación, cerró sus
ojos y sintió la vida dentro de sí; estuvo así un momento y al escuchar el
oleaje rítmico de las olas, al romper con las rocas, la hizo ver el hermoso
paisaje que daban los últimos rayos del sol reflejándose en el mar. Daniela volvió
a sonreír y haciendo memoria de lo último que escuchó en su clase de Arte e
Historia, recordó la frase: “….lo que la memoria ama, permanece eterno…” y trajo a su mente, el recuerdo de la
primera vez que fue a la playa; no supo recordar la edad que tenía pero lo que
si recordó, fue la emoción y la alegría que le dio ver la inmensidad del mar,
el cual parecía reflejar la inmensidad del cielo azul. Ella ser recordaba y se
miraba así misma, corriendo en la arena, sintiendo como sus piececitos se hundían
en la suavidad y pesadez de la cálida arena de aquella primera vez; parecía que
el mundo se abría a sus ojos, contemplaba las hermosas palmeras con sus cocos
amarillos o verdes, la variedad de árboles que parecían darle la bienvenida;
también recordó cómo iba y venía corriendo de un lugar a otro, para recoger
bonitas conchas que encontraba a su paso, haciendo competencia a los cangrejos
que corrían a la velocidad del rayo, para esconderse en la arena, y así no ser
atrapados por la inquieta niña, que exploraba todo lo que encontraba. Daniela
se miraba a través de su recuerda, y se contemplaba feliz y alegre, porque ese
fue uno de los momentos más lindos con su madre; pues recordaba que su mamá
también se veía feliz y contenta con su pequeña hija.
Daniela se sintió agradecida y con el corazón a
punto de estallarle de puro gusto y alegría, se abrigo así misma, en un abrazo
cálido, el cual le hizo comprender que anochecía y hacía frío. Era tiempo de
ponerse su casaca y volver a casa.
Se colocó su abrigo y desando el camino que
había echo, iba con el calor en su corazón y una gran sonrisa en su alma.
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