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Hace
mucho tiempo en un lejano país, vivía una pequeña niña a quien todos apreciaban
y admiraban, tenía un encanto especial, había en ella mucha bondad y alegría;
pero sobre todo había en su mirada mucha ternura. Esto era precisamente, lo que
la hacía especial pues cuando compartía con alguien su mirada transmitía mucha paz y tranquilidad. Todos se
preguntaban que había en ella, pues sus abuelos eran ya
mayores y eran personas
sencillas y humildes. Nadie sabía de su origen o conocían a sus verdaderos
padres. La pequeña Estrella siempre preguntaba por sus padres, pero sus abuelos
le decían que estaban lejos. Cuando Estrella ya estaba cerca de los 14 años, su
abuelo Tilo la llamó y le dijo que tenía algo muy importante que contarle:
-
¡Mi querida Estrella! dijo el abuelo:
-
tu abuela
está muy mal y pronto seguramente los dos nos iremos a reunir con tus padres y
es necesario que sepas la verdad-
Estrella sintió un vuelco en su corazón, pero esperaba atenta a lo que
su abuelo le diría.
- ¡Mi
querida niña!-, dijo el abuelo:
-
Hace mucho tiempo tu abuela y yo veníamos de recoger leña. Esa noche hacía
mucho frío, estaba próximo el invierno. De pronto en el camino que esta cerca
de la montaña escuchamos una pequeña
risa. Nos detuvimos a escuchar y miramos alrededor, hasta que por fin vimos que
entre la nieve había un pequeño bulto, nos acercamos y había una preciosa niña
que reía y jugaba con sus manitas. Cuando nos miró, sus ojos brillaban con una luz muy intensa,
tenía una mirada tierna y llena de luz, al parecer llevaba mucho tiempo ahí.
Esa noche era especialmente estrellada y fría. Parecía que la pequeña tuviera
dos estrellas en sus ojos. No sabíamos que hacer. Así que la recogimos y la
llevamos con nosotros.
Tiempo después supimos que esa niña se había salvado de morir en un
terrible accidente en donde sus padres perdieron la vida. Según, nos enteramos
la familia viaja en un carruaje, pero el tiempo era tan malo que el chofer
perdió el control y el carruaje chocó. Solamente la niña se salvo.
Estrella,
con los ojos llenos de lágrimas miraba atentamente al abuelo. Le abrazo y le
dijo:
-
Esa niña era yo?
-
¡Sí!, eras tú por eso te pusimos Estrella, porque en
tus ojos siempre han estado acompañándote, aquella noche ellas fueron tus
amigas y te salvaron de morir congelada, pues cuando te cargamos estabas
calientita y sonreías como si todo el tiempo las estrellas te hubieran cuidado
y nada hubiera pasado.
La
niña abrazo fuerte al abuelo, y le dijo:
-
¡Te quiero abuelo!. No importa quienes fueron mis padres
ustedes lo han sido. Mi abuela y tú siempre serán mis padres.
-
Pero, por qué dices que pronto se irán?
-
Él contesto: estamos viejos y algún día moriremos y
por eso queríamos que supieras quién eres en realidad, pues a lo mejor algún
día aparezca algún pariente y quiera saber de ti.
-
¡No importa!-, contestó, Estrella.
-
Solamente, quiero estar con ustedes y compartir cada
día.
El tiempo paso y desde aquel día, Estrella vivía alegre disfrutando
cada momento, tanto con sus abuelos como con sus amigos. Trataba de ayudar en
lo que podía y sobre todo regalaba del don que Dios le había dado.
Paz y consuelo, lo cual compartía generosamente, especialmente con
quienes más lo necesitaban.
Definitivamente, poseía un maravilloso misterio en su vida y especialmente
en su mirada, el cual nadie entendía, ni ella misma.
De
tal forma que cuando creció y sus abuelos ya no estuvieron a su lado, ella
siempre fue consideraba como una mujer muy profunda y llena de sabiduría, todos
en el pueblo la buscaban para escuchar sus consejos, pero sobre todo para estar
cerca de ella y así poder compartir con
una persona muy especial, la cual brindaba
mucha paz, calidez y ternura.
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